martes, 13 de septiembre de 2011

Participación política e institucionalidad


Participación política e institucionalidad


“Cuando fuerzas algo hacia un fin, produces lo contrario”.

A partir de la demanda por un plebiscito impulsada por el movimiento estudiantil y otros actores políticos en Chile, se dio un espacio para el debate sobre las formas de la denominada democracia directa (plebiscitos, consultas populares, revocatorias de mandato, etc.). 

Desde diferentes sectores se sostuvieron diversas posturas y entre ellas, algunas que afirmaban que la participación directa minaba las instituciones de la democracia representativa y afectaba seriamente la democracia en su conjunto. En este breve escrito, quisiera abordar algunos de los argumentos allí esbozados para complejizar la discusión e incorporar algunos aspectos que no han sido tomados en cuenta.

Hagamos un breve paneo de los argumentos en contra más utilizados. En un contexto en el cual las demandas estudiantiles tienden a desbordar los canales institucionales de participación, se ha abogado por la defensa de las instituciones como modo de resguardar el rol de los representantes, asegurando que de otro modo se generaría una crisis de la representación misma. Por otra parte, se ha argumentado también que las formas de participación directa favorecen la manipulación demagógica de la población por parte de grupos de interés o líderes políticos, acompañado de una creencia respecto de la inmadurez de los ciudadanos.

Respecto del primero de los argumentos, diré que efectivamente hay una tendencia a la crisis de representación, pero que esta no viene dada por una demanda de mayor participación. Extraño sería afirmar que una mayor participación social y política mina las bases democráticas ¿verdad? Muy por el contrario, la participación directa fortalece el principio de la soberanía popular, del cual emana el sistema representativo. Por otra parte, la crisis de representación surge en un momento anterior  por la separación existente entre los paisajes e intereses de gobernantes y gobernados, que va camino a aumentar su brecha diariamente. Al mismo tiempo, dado un contexto de posible desborde, lo más acertado políticamente hablando sería plantear posturas flexibles y de acercamiento que permitan canalizar e incorporar esa demanda en términos de democratización y fortalecimiento de la legitimidad. En ese marco, formas de participación directa podrían ser un modo de mantener dinámica la relación entre gobernantes y gobernados, no sólo en términos de legitimidad de origen, sino también de ejercicio.
Respecto del segundo argumento, se puede decir que este fenómeno se da casi en igual modo con o sin las formas de participación directa antes comentadas. La posible manipulación por parte de grupos de interés se da abiertamente en casos de plebiscitos o consultas populares (así también en las revocatorias) y del mismo modo sucede en las elecciones para cargos ejecutivos o legislativos. De este modo, creo que el ejercicio ciudadano del cual forma parte una toma de decisiones sobre asuntos de importancia nacional o local termina por fortalecer el control de los gobernados sobre los gobernantes y no así la práctica inversa, que termina por “separar” la política de las poblaciones.


Intentaré responder a estos argumentos en conjunto y sobre la base de una reflexión de los principios políticos mismos. Así también, buscaré dar cuenta de una situación que considero novedosa respecto de los momentos iniciales de la modernidad, en tanto cuna de las instituciones representativas.
La aceleración del tempo histórico ha generado en las últimas décadas una caída de las referencias y los modelos a seguir por parte de las sociedades a nivel mundial. En ese contexto, grandes sectores de la población se encuentran en la encrucijada que presenta una adaptación creciente al cambio, una adaptación decreciente o la simple desadaptación. Lo político, en tanto ámbito incluido en este sistema, no es ajeno a este fenómeno. Así las cosas, se encuentra con una serie de cambios y fenómenos sociales que se manifiestan cada vez más velozmente, intentando a través de la institucionalidad una cristalización de normas y valores que suponga un mínimo de estabilidad. Sin embargo, por la propia aceleración, no alcanza a dar cuenta de los cambios que se expresan en las sociedades, corriendo siempre por detrás y con un destino de atrasado eterno[i].
Esto nos lleva a reflexionar sobre el mismo rol de la institucionalidad en un mundo de veloces cambios, contexto muy diferente al de la modernidad decimonónica. ¿Qué utilidad sugiere hoy una institucionalidad que, en vez de canalizar y guiar los cambios sociales, termina por frenarlos bajo argumentos tradicionalistas? ¿Es la estabilidad -en términos de rigidez- un objetivo a plantear en un contexto de constante cambio? Para brindar un ejemplo básico: si estoy bañándome en el mar y se acerca una gran ola contra mí, puedo ir al choque contra ella presentando mi pecho, siendo de este modo tumbado por su fuerza mayor, o por el contrario, barrenarla y aprovechar su fuerza canalizándola en la dirección más apropiada. ¿Qué respuesta dará el sistema político en su conjunto frente a la aceleración y los cambios sociales constantes? El desafío más importante será entonces no intentar rechazar los cambios con una mirada tradicionalista que ingenuamente añora un momento pasado, ya que aquellos regresarán con mayor fuerza y desbordando al propio sistema político, sino canalizar la inestabilidad y reformular los principios de la institucionalidad en dirección progresiva, de modo que acompañen y den dirección a los cambios cada vez más veloces que viven las sociedades. Es dentro de este marco que las formas de participación directa pueden cumplir un rol importante de vinculación entre la sociedad civil y la política, revitalizando una relación que hoy tiende a quebrarse. De otro modo, el desborde de los canales tradicionales será lo habitual, presentando un panorama incierto a mediano plazo para el sistema político.



[i] Para un mayor desarrollo sobre la distancia que existe entre los diferentes paisajes que tienen las generaciones coexistentes en un mismo momento histórico, recomiendo volver sobre el artículo “Definición de algunos conceptos referidos a la temporalidad”.



FedericoRG Federico Rojas de G.

Humanista. Cientista político y director del Observatorio de América Latina.






Copresencias


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Únete a nuestra comunidad. Comenta, analiza y critica las noticias y debates de la Opinión Critica del Asunto. Evita incluir en tu comentario contenido vulgar, difamatorio o que no tenga que ver con el tema. la Opinión Critica se reserva el derecho de eliminar comentarios que incumplan estas normas.

Los comentarios aqui expresados, tanto en el Foro como en los videos, no resultan ser responsabilidad de la Opinión Critica, este sitio está concebido solo como medio informativo.