Apuestas a ciegas

Apuestas a ciegas

Por obra del divorcio entre cierto mundo político y la sociedad civil, los partidos tradicionales andan de capa caída. Pero la gran franja independiente da peligrosos resbalones. Por: Plinio Apuleyo Mendoza

Sumergidos siempre por la prensa en los acontecimientos políticos más inmediatos, los colombianos pasamos por alto un fenómeno que nos aparta del pasado y pone nubes oscuras sobre nuestro futuro. 

Me refiero a la profunda apatía que a muchos -quizás la mayoría- nos produce el mundo político. No nos sentimos, como en otros tiempos, identificados con los partidos tradicionales. Tampoco con los nuevos. Ciertamente hay figuras jóvenes que individualmente nos atraen como David Luna, Simón Gaviria, Carlos Fernando Galán, Rodrigo Lara o Gina Parody. Pero los políticos que detrás de ellos (con excepción de Gina) se mueven, forman para nosotros un mundo aparte con sus feudos regionales, sus manejos clientelistas y las prebendas que buscan del poder en todos sus niveles. El suyo es otro mundo, sí.

 

Digan lo que digan, por obra del divorcio establecido entre este mundo político y la sociedad civil, los partidos tradicionales andan de capa caída. ¿Quién iba a imaginar hace algunos años que el Partido Liberal, mayoritario desde siempre en Bogotá, sólo obtendría en las pasadas elecciones para alcalde, pese a un buen candidato como era David Luna, un 4,6 por ciento de la votación? Peor aún le fue al Partido Conservador: su candidato tuvo que retirarse.

 

Pero el escepticismo de la enorme franja independiente se extiende también a los nuevos partidos. Hay algo efímero y circunstancial en el partido de 'la U'. y en el propio Cambio Radical. Se nutren del poder donde están enquistados. 'La U' era uribista con Uribe y ahora es santista con Santos. Y Cambio Radical tiene la marca de fábrica de Vargas Lleras, que es hábil en el manejo de los dueños de votos regionales sin ganar mayor terreno fuera de ellos. Es el punto débil de sus aspiraciones presidenciales.

 

La enorme masa independiente busca de tiempo atrás algo nuevo y en esta búsqueda da peligrosos resbalones. Le apostó en gran parte al Polo Democrático, si no ¿cómo entender que Carlos Gaviria obtuviera dos millones y medio de votos en las elecciones presidenciales del 2006? Sin desanimarse, eligió alcalde a Samuel Moreno con 900.000 votos en la capital. Hoy, después de los escandalosos desastres de inoperancia y corrupción que produjo el Polo en la Alcaldía, este partido se derrumbó. Su candidato sólo obtuvo el 1,44 por ciento de los votos en Bogotá, pese a la excelente labor cumplida como alcaldesa en los últimos seis meses por Clara López Obregón.

 

En busca de otra alternativa nueva, la franja independiente impulsó de manera sorprendente al Partido Verde, que parecía con toda razón limpio de los vicios políticos tradicionales. Esta apuesta, que lo llevó a disputarse la presidencia, la derrumbó el propio Mockus con sus conocidos desvaríos: negarle su apoyo a Peñalosa y luego abandonar por la puerta de atrás el partido fundado por él. Ahora ese electorado huérfano, siempre en busca de una opción inédita, tiene acciones en el triunfo de Petro. No sabemos qué nos depara esta apuesta a ciegas. Su gabinete parece confiable. Pero propuestas suyas como la fusión de empresas de servicios públicos, impuestos nuevos a los vehículos para favorecer la movilidad o la prohibición del porte de armas (ignorando que el 97% de los crímenes se cometen con armas ilegales) carecen de sustento real.

 

 Todo puede ocurrir, incluso que Petro resulte buen administrador, libre ya de ese sarampión ideológico de su juventud que con Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa describimos en el 'Manual del perfecto idiota latinoamericano'; el mismo credo que renacería luego con los Chávez, Correa y Evo Morales. Por fortuna, Uribe y Santos nos salvaron de aventuras parecidas. Pero nuevas apuestas a ciegas siguen siendo en Colombia un peligro futuro.