miércoles, 31 de octubre de 2012

Por qué me opongo a las negociaciones


Por qué me opongo a las negociaciones


Por: ÓSCAR IVáN ZULUAGA | 

Óscar Iván Zuluaga

Porque no puedo aceptar que se legitime a quienes persisten en el uso del terror y niegan a sus víctimas, y porque el Gobierno no ha sido claro y ha hecho concesiones inaceptables.









Abundan las razones para ser pesimistas sobre las incipientes negociaciones entre el Gobierno y las Farc.
Tal vez la más obvia es la improbabilidad de que las Farc abandonen las extravagantes utilidades del narcotráfico, que Daniel Mejía, reputado investigador de la U. de los Andes, estima en unos 1.500 millones de dólares anuales. Aun sin sumar la creciente (e igualmente lucrativa) minería ilegal que controlan, es evidente que las Farc no tienen incentivos para desmovilizarse. Ni tienen tampoco voluntad de paz, como demuestran con sus persistentes actos de terrorismo y cuando, cínicos y sin asomo de vergüenza, niegan secuestrar, desconocen a sus víctimas y aseguran defender a los mismos campesinos a quienes han arrebatado (según el Ministro de Agricultura) más de 700.000 hectáreas. No hay razón para pensar (sin el deseo) que las Farc quieren la paz.
Entonces, ¿por qué se sientan a negociar? Pues por las mismas razones de los años del Caguán: dominar el debate nacional, reconstruir su imagen internacional y reagrupar fuerzas mientras nuestros soldados y policías se preguntan si vale la pena arriesgar sus vidas cuando aquello por lo que luchan se negocia en algún salón de puerta cerrada en La Habana.
Las Farc, expertas en abusar de las esperanzas de los ciudadanos y del afán de los gobiernos que piensan en ciclos electorales, ven en estas negociaciones una herramienta táctica más para refundar a Colombia contra la voluntad de los colombianos y por los medios más viles a su alcance.
La errática actitud del presidente Santos agrava el panorama. Mientras en su discurso de posesión decía (correctamente) que la paz debe partir de unas "premisas inalterables", ahora negocia a pesar de que no se ha cumplido ni una sola de esas premisas. Mientras hace un par de meses pedía creerles a las Farc cuando negaban estar secuestrando, ahora pide que no le "paremos bolas" al insolente discurso de 'Iván Márquez'.
Y más recientemente ha dicho que el fracaso del proceso "no le costaría nada al país", como si estuviéramos jugando póquer sin apostar plata. No, señor Presidente: ya nos está costando mucho, porque se perdió el camino de la seguridad democrática. Y nos va a costar aún más porque estas negociaciones nos legarán unas Farc revitalizadas.
Un Estado legítimo y democrático como el nuestro no puede negociar con terroristas en estas condiciones. Ni puede poner el modelo de desarrollo del país sobre la mesa, que es exactamente lo que hizo el Gobierno al permitir que el tema agrario sea el primer punto de la agenda de negociación.
Esa terrible concesión tiñe de ilegitimidad el proceso entero porque reemplaza a las instituciones democráticas (donde deben darse esas discusiones) por las secretas reuniones de La Habana. Nuestro Estado no puede negociar mientras no cesen las acciones del terrorismo de manera unilateral. Solo entonces nos podremos sentar a hablar, y solo sobre dos temas: rendición y sometimiento a la justicia.
El Tiempo Casa Editorial
No creo en este proceso porque no puedo aceptar que se legitime a quienes persisten en el uso del terror y niegan a sus víctimas, y porque el Gobierno no ha sido claro con los colombianos y ha hecho concesiones inaceptables. Creo, por el contrario, en un camino hacia la paz que el país ya había empezado a recorrer con éxito: el de la seguridad democrática, que garantiza la protección de los ciudadanos, diezma el terrorismo y genera las condiciones para su desmovilización y sometimiento a la justicia. La paz de verdad, duradera y sin impunidad, no puede depender de la voluntad de las Farc, sino de la fortaleza de un Estado decidido a defender a los colombianos.

Óscar Iván Zuluaga
@oizuluaga
El Tiempo Casa Editorial

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