viernes, 16 de noviembre de 2012

Apuestas criminales


Apuestas criminales

Por 
@Jorge_maxpower

Apostar es un juego de probabilidades en un medio incierto. Las probabilidades mejoran o empeoran, pero siempre será la suerte la que determine el resultado final. 

En política, las apuestas arriesgadas son las apuestas que más generan ganancias o en las que más se puede perder. Andrés Pastrana le apostó todo a su idea de “la paz” y lo perdió todo. Uribe le apostó toda su carrera a su idea de “seguridad” y obtuvo un buen resultado. 

Sin embargo, no hay apuestas tan simples, la de Juan Manuel Santos, va mucho más allá de una idea y de un argumento, las apuestas de Santos son múltiples, a muchas bandas, con innumerables actores y complejos contubernios.

Empecemos haciendo un poco de memoria. Para 1996 el señor Santos le apostaba por un lado al fracaso del gobierno de Ernesto Samper, son varios los artículos que dan cuenta de sus reuniones con algunos grupos eclécticos de la sociedad colombiana para conformar gobiernos de transición (golpes de Estado). En algunos se hace referencia a sus casuales reuniones con los amigos de su hermano (las FARC) para concretar tal tarea; por esas épocas, el señor Santos proponía zonas de despeje como bases para capitalizar la ingobernabilidad de Ernesto Samper. Por otro lado, en unartículo de La Silla Vacía, encontré que paralelamente, tenia encuentros furtivos con Carlos Castaño, buscando ofrecerle a su banda reconocimiento como “actores del conflicto” (¿les suena familiar?) y una solución que dejara “contentas a las dos partes”. Al mismo tiempo, buscaba el aval del liberalismo para la candidatura presidencial, e incluso se sabe de intentos del señor Santos para buscar la candidatura por fuera de este partido.


Un par de años después, se volvía el principal crítico del proceso de paz en algunos escenarios, mientras que en otros pregonaba las bondades de la zona de distensión. Le apostaba nuevamente al éxito y al fracaso, buscando la nominación para la Presidencia de la República.

Con el advenimiento de la unidad popular alrededor de la seguridad democrática, las apuestas tuvieron que esperar, pero ahora, con la licencia que otorga el tiempo para juzgar lo que ya pasó, el juego se hace simple, evidente y claro.

Entrar al gobierno del presidente Uribe era un imperativo categórico para el señor Santos, aquí tendría que hacer dos cosas al mismo tiempo: presentarse ante la sociedad como el primer uribista (¿qué mejor que el Ministerio de Defensa?, ¿y qué mejor que haber creado el partido de la U?) y bajo la mesa, debía empezar a realizar los acuerdos que lo llevarían al poder en el 2010. Uno de esos acuerdos era sin duda con la Corte Constitucional, que debía decidir un tercer periodo para Uribe. (cosa que hubiera sido nefasta para Colombia). 

Este acuerdo era algo muy simple, ocultar las relaciones de las cortes con personajes tan prestantes como Giorgio Sale, retirar la terna para fiscal y repartir dineros del erario a diestra y siniestra para que se sintieran felices. Por el otro lado, había que detener al único candidato que tenía una posibilidad real de arrancarle la presidencia: Andrés Felipe Arias. La victoria de Noemí Sanín en la consulta conservadora fue sin temor a equivocarme fraguada por Santos y sus amigos. Después solamente era cuestión de hacer un par de llamadas a sus amigos de la prensa para destruir la credibilidad del exministro para siempre, y ponerlo en la picota pública.

Lo que vino después era simplemente dejar que el tiempo pasara, y con un poco de ayuda de Mockus, blufeó ante los colombianos, y la gran mayoría cayó. Después de ganar la presidencia las apuestas cambiaron. Sin duda es una prioridad para el presidente lograr una componenda criminal con las FARC. Me niego a creer que como buen jugador, su pago sea un deplorable premio Nobel, que en general no significa mucho. El presidente debe tener una ganancia mucho más grande, mucho más jugosa, y sin duda mucho más rentable para hacer una apuesta tan fuerte como imponerle a la sociedad unas FARC a las que todos odian.

Hoy, la única estrategia que utiliza Santos para gobernar es de medios: cuando la censura se vuelve ya grosera y descarada, y las bombas y los muertos se hacen inocultables, aparece de la nada un Yair Klain que nadie estaba esperando a hacer acusaciones circulares contra todo el que se le aparezca, un ELN hablando de paz, y un Gabriel Silva acusando a Uribe de lo primero que se le ocurrió: de “suave” con las FARC. Esta última intervención, la del ex ministro es la que más me llama la atención, porque abre una nueva ola mediática que anuncia que Santos empieza a hacer una doble apuesta: si los medios controlados por él empiezan a transmitir mensajes que llaman al presidente a pararse de la mesa, no le quede duda, algo traman.

Por el otro lado, a medida que se acerca el fallo sobre San Andrés, que la ministra anunció que espera que sea adverso, en un espectáculo de ineptitud astronómica (o más bien de acuerdo sandinista), nos anuncian que precisamente ese día que comienzan los diálogos de paz. No me cabe duda de que el presidente cubrió dos frentes porque no tiene la certeza de que ninguno de los dos va a ir como espera.

Santos le apuesta sin duda a una paz como la del M-19, que cambie las normas vigentes para garantizarle a él, su familia y sus amigos bolivarianos rentas para varias décadas de gobierno (si señor lector, no creo que Santos entregue el poder, creo que va a estar ahí algunas décadas como su mejor amigo), esa paz es una paz light, que perpetúa la guerra, el crimen y el delito, pero no es un tema que tocaré en este artículo. Sin embargo, las FARC también se juegan al todo por el todo: en un arrebato, Enrique Santos podría parecerles menos atractivo que el presupuesto del Estado, y el plan del G2 para hacerse con Colombia estaría completo: ¿o para que estarían en Cuba? ¿Para qué se reúnen con Correa y Chavéz?

Santos le apuesta a su éxito y a su fracaso, en su éxito (que es el fracaso para Colombia) hace la paz, y una gran cantidad de taimados lambones lo reelegirá a él y elegirá a Timo bajo la premisa de: “El presidente que logró la paz”, y en su fracaso, (que ojalá, y le deseo de todo corazón que fracase en su componenda criminal) seguramente se levantará bravucón de la mesa de negociación mientras los uribistas dirán que ¡finalmente Santos retomó el rumbo! Y lo reelegirán.

Lo único que nos queda es protestar y tener claro que la justicia no es negociable, en ninguna condición, y que es el deber de toda sociedad perseguir a sus criminales y llevarlos ante un juez; de lo contrario, Santos lograría su cometido de parodiar a Lincoln: “Colombia, una nación de delincuentes, por delincuentes y para los delincuentes, claro está, mientras mande yo”

PAÍS BIZARRO

http://paisbizarro.blogspot.com/

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