lunes, 12 de noviembre de 2012

La riesgosa apuesta de querer ganar "a lo Kirchner


La riesgosa apuesta de querer ganar "a lo Kirchner

La historia es conocida. A mediados de 2002, el entonces presidente Eduardo Duhalde, golpeado por las muertes de los piqueteros Kosteki y Santillán, adelantó las elecciones para abril de 2003 y, descartada su propia candidatura, empezó a buscar algún delfín que impidiera que vuelva Carlos (Menem). 


Autoexcluidos Carlos Reutemann y hasta Mauricio Macri, con José de la Sota lanzado pero sin remontar vuelo, al caudillo bonaerense no le quedó otra que apostar por Néstor Kirchner. El gobernador de Santa Cruz mostraba indudable vocación de poder, pero en aquel arranque, en las encuestas presidenciales ni figuraba en el rubro "otros".
El final del cuento también es para los libros: con todo el aparato atrás, más la figura de Daniel Scioli, Kirchner salió segundo en aquella primera vuelta pero ganó. Simplemente porque Menem, quien había quedado arriba, tenía tanto rechazo para el balotaje que directamente se bajó. Este escenario, el del triunfo por default, ahora se menea otra vez.

Por cierto, algo así ya había aparecido entre mediados y fines de 2010. Hace dos años, pese a la derrota en la legislativa bonaerense, Kirchner se encaminaba a una nueva candidatura presidencial, con pronóstico reservado. Al ex presidente le pasaba algo parecido a Menem: tenía un núcleo duro de votos para la primera vuelta, garantía segura de pase a la final, pero un rechazo alto que lo complicaba para esa definición. Ese espejo es en el que se reflejaba, apuntaba y se ilusionaba la oposición; pero Kirchner se murió y el antikirchnerismo se quedó mirando la nada.

Ahora, otra vez los opositores parecen tentados a capitalizar más el rechazo al Gobierno que a generar algo que se parezca a una alternativa de poder. El ejemplo más explícito quizás sea Mauricio Macri: entró a la política con un interesantísimo piso de votantes en 2003, gobierna por segundo período uno de los distritos más importantes del país, y hoy su principal carta electoral para ampliar fronteras sigue siendo un contador de chistes famoso. 
Para el FAP de Hermes Binner, el desafío es otro. Aunque logró posicionarse como un nuevo foco opositor y tiene cierto peso en el Congreso, el acompañamiento a leyes clave para el Gobierno, la intransigencia de algunos de sus dirigentes a ampliar la alianza y cierta vocación a la interna permanente, le entorpecen el crecimiento.
Mientras, Daniel Scioli también espera paciente y ambiguo para pescar sobre las eventuales cenizas K. Con un plus: muchos de los que hoy juran fidelidad eterna a Cristina --gobernadores, intendentes-- no dudarán en pegar el volantazo y subirse a la lancha naranja si el gobernador se perfila ganador. Pero el ex motonauta también tiene una par de contras: el cristinismo puro hará todo lo posible para que no sea él y nada garantiza que dentro del peronismo no surja alguna variante si queda descartada la re-reelección.
Se vio en la marcha y lo muestran las encuestas: en poco tiempo, Cristina perdió adherentes y ganó rechazos; pero esa masa de disconformismo no tiene dueño y es imposible saber adónde irá a parar. Ni siquiera está claro que no vaya a volver al mismo lugar. 



Diario Clarín




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