viernes, 26 de abril de 2013

MERMELADA

COLOMBIA EL PAÍS DE LA MERMELADA
Titulo original del ESCRITO
MERMELADA
Por: Alfredo Ramos
Columnista

• Érase una vez una práctica aborrecida por todos los ciudadanos de bien, que observaban desconsoladamente que desde el sector público se desperdiciaban miles de millones de pesos en los sudados impuestos que tanto les cuesta pagar. Pero dicha práctica tenía una dificultad en la vida cotidiana: nadie le había podido conseguir un nombre adecuado que definiera con claridad lo que significaba. Años y años de existencia, pero aún sin nombre, triste paradoja.

• Hasta que llegó un inolvidable funcionario de alto perfil, de esos al que le pagamos su salario todos los mortales cuando la DIAN hace presencia en cada una de nuestras compras; un inolvidable funcionario público que se convirtió en ícono del conflicto de intereses cuando pasó de ser miembro de la junta de Interbolsa al Ministerio de Hacienda; un inolvidable funcionario que, después de hacer parte de uno de los mayores timos financieros de nuestra historia, pasó a manejar la platica de todos los colombianos. Pero bueno, eso no es el motivo de este escrito.

• En fin, este ético patriota bautizó la desdichada práctica pública con una de las palabras más importantes que se han oído recientemente: “mermelada”. Sí, la mismísima alta en azúcares que dejó su lugar tradicional en la mesa para convertirse en el símbolo de lo que no debería ser el manejo del dinero del sector público. Jamás lo olvidemos: el mismo dinero que pagamos usted y yo casi por el hecho de respirar, para que lo manejen unos pocos políticos a su antojo.

• Con la mermelada bautizada por el prohombre se puede embadurnar a diferentes grupos de interés, todos absolutamente lejanos de los más necesitados. Al contrario del deber ser, quedan empalagados con mermelada una gran cantidad de personas que no tienen el objetivo superior de mejorar el desarrollo de los ciudadanos, sino que benefician directamente sus intereses electorales o su bolsillo.

• Políticos de la institución más reprochable y desprestigiada del universo (y no piense el lector de este artículo que puede existir institución democrática peor que el Congreso de Colombia, me disculparán los lectores de otros países), denominados “congresistas”, son los principales benefactores de la mermelada. Sí, los mismos que nadie se aguanta pero que nadie se atreve a cambiarlos.

• Pese a las prohibiciones constitucionales (y la mermelada no conoce de normas), esos personajillos del Congreso podrán invertir a dedo directamente en sus regiones varios miles de millones de pesos en las obras que les vengan en gana. A su antojo, con el beneplácito del gobierno central. Nada mal para el congresista colombiano promedio, que sólo sabe de intrigas, ausentismo, burocracia, "contraticos" y maquinaria electoral.

• Y de otro lado, llegan los otros grandes beneficiarios de la mermelada: ciertos autodenominados periodistas que venden su alma al mejor postor, y que siempre apoyan al gobierno de turno a cambio de la deliciosa pauta oficial. Nada más peligroso que la mermelada en manos de gobernantes débiles de carácter e ideas: creen que poniendo a unos zalameros a hablar bien de ellos podrán cambiar la percepción ciudadana. 

• Y, zorros como sólo ellos lo saben ser, esos empresarios de los medios de comunicación se aprovechan del "papayazo" que les dan ciertos, bien remunerados asesores para multiplicar sus utilidades a granel. No se les puede culpar realmente por querer ganarse unos pesos de más. A los empresarios, me refiero; pues si fueran periodistas de verdad, la dignidad no les permitiría hacer parte de patrañas engañosas a la comunidad.

• Desdichados aquellos que no tenemos acceso a la mermelada oficial. Desde el gobierno, del momento nos deben mirar con especial compasión. Porque, definitivamente, frente a pusilánimes obsesionados con su imagen y sus votos, lo único que se tiene que hacer es arrodillarse sin decoro alguno ante la "platica" de los resignados contribuyentes. La fórmula es sencilla. Sólo faltaría un pequeño detalle: ser congresista o empresario de los medios de comunicación (que no del periodismo), algo que sí está un poco más lejano para nosotros, los ilusos ciudadanos del común.

• Pero es importante resaltar que la mermelada rige a todo nivel: la nacional es la más importante, sin duda alguna. Se puede regar mucha mermeladita para hacer a muchos políticos y empresarios felices con la plata del IVA, el impuesto a la renta, al patrimonio, el 4 por mil, en fin, la lista interminable que tenemos que pagar muchos de nosotros. Pero no se quedan atrás la de los mandatarios regionales y locales. Ellos aprendieron rápido, y participan generosamente del presupuesto a ciertos medios locales de su preferencia, para que los alaben incesantemente en sus malas decisiones. El ego, el ego. Se podría mejorar tanta calidad de vida si no existiera la vanidad de algunos personajillos que la Democracia permite elegir.

• Compatriotas sin mermelada: estamos sometidos a un dilema: permitimos que ese tierno dulce se esparza en unos pocos privilegiados cuando elegimos a mediocres obsesionados con su ego; o hacemos que Colombia progrese dando el voto por personas con carácter, criterio, ideas y con liderazgo natural para que puedan gastarse su prestigio en decisiones que ayuden a mejorar la calidad de vida de todos nosotros. Suena iluso, pero sin duda la segunda opción es la que queremos. Es tiempo de actuar.






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