El suicidio de Allende
columna | medardo-arias-satizabal
No obstante, informes que aparecieron en 2008, indicaban que el cadáver de Allende tendría más de un disparo ‘suicida’ y podría tener también otros impactos que asegurarían la versión de un crimen por parte de los militares. Las dos teorías ocuparon la atención de Chile en todo este tiempo.
Sin duda, Chile tenía una deuda enorme con la historia, en lo referente al fin del presidente Allende, y esta verdad, por dura que parezca, se devela hoy en unas circunstancias que no son las de 1973, cuando el socialismo era una fuerza enorme en América Latina y en el mundo.
El Partido Socialista Español acaba de asistir a su debacle -esto para ilustrar un poco de lo que sucede en el mundo- y el seguro candidato de esta expresión política en Francia, Dominique Strauss Khan, se encuentra bajo proceso por violación en Nueva York. En América Latina, no obstante los gobiernos de Chávez en Venezuela, Manuel Celaya en Honduras, Daniel Ortega en Nicaragua, Evo Morales en Bolivia, Lula en Brasil y la simpatía por este movimiento en Argentina, por parte de la presidenta Cristina de Kirchner, su impopularidad crece por cuenta del gobierno cubano, bajo la lupa internacional por múltiples violaciones a los derechos humanos, el encarcelamiento de disidentes, la muerte de algunos de ellos.
El diario El País de Madrid, anota que “en 1998, uno de los médicos personales de Allende, Óscar Soto Guzmán, que se encontraba en La Moneda el día del golpe, publicó en España un libro titulado El último día de Salvador Allende en el que aportaba datos e insistía en el suicidio del presidente. Soto aseguró que le vio dos minutos antes de que se disparara y que otro médico, Patricio Guijón, entró en la sala y encontró a Salvador Allende sentado en un sillón: La caja craneana había estallado, explicó”.
No obstante, el fusil con el que aparece Allende en La Moneda, en una foto histórica, tocado también con casco de soldado -el arma se la había regalado su amigo Fidel Castro- nunca apareció.
Del grupo de forenses que tuvo como tarea esclarecer la verdad, hizo parte el español Francisco Etxeberría Gabilondo. Se decidió que siete de ellos fueran chilenos, e invitaron a cinco extranjeros. De esta manera, se da cierre a uno de los capítulos más dolorosos de la política latinoamericana, en las postrimerías del pasado siglo.
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