martes, 19 de julio de 2011

Imágenes y verdades.

Imágenes y verdades.



Por Fernando Londoño Hoyos/ La Nación
Diría un desprevenido que la imagen debe seguir a la verdad como la sombra sigue al cuerpo. Pero ahí está, precisamente, el núcleo del problema. Y es que con la verdad no se juega, porque es tan insobornable como la realidad a que se aplica. Pero la imagen puede ser falaz, una creación artificiosa, una apariencia con la que quiere sustituirse la realidad. En materia política, ese es el gran problema.
Es posible que sea Goebbels el gran fundador de la publicidad política moderna. Y es por ello que muchos alemanes creyeron hasta última hora que ganaban la guerra y que Hitler era la encarnación de todas las virtudes. Las bombas de los ejércitos aliados los sacaron de aquella primera ilusión, y la vida real del Tercer Reich quedó en evidencia cuando se destaparon las heridas morales de ese régimen atroz.
Es malo que un Gobierno sea incapaz de dar a conocer las cosas buenas que hace. Eso pasó mucho con el del Presidente Uribe, que tuvo una muy frágil capacidad de llegar al pueblo con toda su verdad. Pero lo contrario representa una carta de muy dudosa eficacia final. Porque cuando se descubre que las cosas no son lo que parecen, a la mala noticia se suma el impacto del engaño.
Descubrirá el lector que hablamos preocupados por la avalancha noticiosa en la que el Gobierno de Santos consiste. Todos los grandes medios, a todas horas, pregonan su excelencia. Casi todos los escritores públicos proclaman sus maravillas, con la misma vehemencia con que lo descalificaban cuando era candidato. Nunca habríamos vivido horas mejores, ni nos hubiera traído de la mano hacia la felicidad un mejor Presidente. Pues ponemos en duda la sostenibilidad de esa técnica, que supone meter los grandes problemas debajo de la alfombra y exaltar hasta el paroxismo éxitos imaginarios.
De las excelencias de la Ley de Víctimas y Tierras, nos sacará la verdad dentro de muy poco. Como lo haría cualquiera que tuviera el valor de enfrentarse a sus doscientos y tantos artículos impotables.  Pero muy pronto sabremos que se trata de uno de los mayores fraudes históricos, si de engañar tontos se trata, o que nos llevará en picada hacia el abismo de una quiebra irredimible.
Ya estarán muchos cansados del cuento aquel de que le respiramos en la nuca a Cano. Pues Cano aparece cada vez más insolente y sus huestes criminales cada día más agresivas. Mientras tanto, nuestras tropas andan más desmotivadas, heridas en el alma por la guerra política que las agobia. Cuando hay en las cárceles más soldados que guerrilleros, es porque algo anda muy mal. Y cuando apenas pasa un día sin noticias de sangre, es porque venimos peor que a comienzos de los dos mil. Lo que es mucho decir.
Que no hubo diplomática de más alto vuelo que nuestra Canciller, ya va siendo tema que fatiga. Las paces con Chávez son tan falsas como el sujeto frente a quien se predican. No estamos exportando a Venezuela un alfiler adicional y las Farc andan en el vecindario, tan campantes como nunca. Bien estuvo la captura de “El Cantante”. Y por qué no llega, se pregunta cualquiera. Porque al Coronel Camarada se le acabaron las ganas de ayudar. ¡Y nos quedó debiendo a Walid Makled!
Se agotaron las disculpas para empezar la reconstrucción de un país ahogado en aguas turbias. Con las lluvias se fueron para siempre. Y ya no nos cabe, ni nos convence, más propaganda sobre las hazañas de Colombia Humanitaria. No hay un plan para mover los pueblos que se tienen que levantar en otro lugar. Ni para reconstruir más de cien mil viviendas arruinadas. Ni para recuperar las vías destruidas. Ni para salvar más de un millón de hectáreas arruinadas. Y nada de eso se hace con publicidad. Sino con obras, con gigantescos esfuerzos administrativos, gran despliegue de tecnología y de coraje. ¿Dónde anda todo aquello?
Bien está que se informe. Bien está que se alabe cuanto merezca ser alabado. Y que se defienda lo que se repute bueno. Pero no estaría mal que se gobernara más de lo que se habla. O por lo menos otro tanto.

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