lunes, 18 de julio de 2011

A LOS LÍDERES URIBISTAS

A LOS LÍDERES URIBISTAS


Por Jorge Monroy
Estimados señores:
Les escribo en estos difíciles momentos que vive nuestra nación nuevamente por culpa de una amenaza que habíamos soñado que se había terminado. Hacía muchos años las FARC habían perdido la capacidad ofensiva y se habían replegado hasta niveles que les hacían imposible operar. El sueño, de una Colombia en la que el Estado finalmente hubiera impuesto una única regla en medio de la sociedad, alcanzó a ser una realidad maravillosa, que nos hizo pensar en grandes cosas, en una nación destinada a girar en torno a su propio eje, y no al que los terroristas quisiesen imponer por la violencia.
Los logros ganados en seguridad, eran notables incluso para los más acérrimos antiuribistas, lo cual nos hizo soñar con una política de Estado que trascendiera al gobierno. Las marchas contra las FARC, las operaciones militares una tras otra, sin descanso, me habían permitido pensar que los colombianos habíamos entendido finalmente que no había ninguna justificación de la violencia, y que el único proceso de paz que podría llevarnos a un equilibrio de largo plazo era el establecimiento del Estado de Derecho en todos los puntos de la nación, es decir, la instauración del imperio irrevocable e innegociable de la ley, la legalidad, y un Estado que tuviera la plena capacidad de hacer cumplir las normas en todos y para todos los niveles de la sociedad.
Durante la campaña presidencial, esta sensación se hizo incluso más fuerte, pues a pesar de mis absolutas dudas sobre el candidato Santos, había un consenso tácito sobre la necesidad de dar continuidad a la política de Seguridad Democrática. Precisamente con ese discurso fue elegido Santos, generando a partir de entonces una historia que ya se hace conocida.
Para ustedes, señores, el solo discurso de Armando Benedetti en la posesión debería haber bastado para prender las alarmas frente a lo que ocurría con el nuevo inquilino de Palacio de Nariño. Pero ninguno de ustedes habló.
Sólo veinticuatro horas más tarde Hugo Chavéz llegaba nuevamente a tierra colombiana, victorioso, pues el nuevo presidente había firmado la rendición, sin exigir en lo mas mínimo respeto por la justa lucha de los colombianos por liberarse de una organización criminal como las FARC. A partir de ese momento, las críticas al nuevo gobierno no dejaron de aparecer. Sin embargo, de manera incauta todos los uribistas con cargos públicos adujeron con los ojos cerrados que no era posible una pelea entre Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos.
Las críticas de Álvaro Uribe comenzaron, y con él las quejas diarias de los ciudadanos “valientes” que abandonaron completamente la defensa de la seguridad democrática y se limitaron a quejarse día tras día mientras vemos pasar las tragedias que hoy llenan a nuestro país de indignación.
Lentamente se fue haciendo implícita la conclusión más necesaria para defender nuestra nación: el partido de la U en el cual milita Armando Benedetti, personaje oscuro para el cual el más oscuro adjetivo quedaría incluso pequeño, iba a ser precisamente la plataforma desde la cual, se iba a atacar la Seguridad Democrática.
¿Y dónde estaban ustedes, los lideres uribistas? En todas partes y en ningún lugar. La crítica al gobierno es en el mejor de los casos un mero empujón para corregir el rumbo, y en el peor un silencio ensordecedor.
La metáfora de la patria boba esta completa: a escasos días de la victoria final sobre las bandas criminales, el presidente se rinde en la lucha en medio de un ridículo aplauso generalizado. La verdad, señores, es que no hay nada que aplaudir. Muchos informes no distribuidos por los medios dan cuenta del avance victorioso de las FARC, mientras que los ataques coordinados de grandes números de criminales se hacen cada vez más frecuentes. La Seguridad Democrática retrocede cada segundo, con cada intervención miserable de Juan Manuel Santos, como por ejemplo: “Corinto fue la espinita que le faltaba a la selección”.
Señores líderes del uribismo: ni siquiera me voy a referir a su incapacidad de oponerse a lo que creemos que es perjudicial para nuestro futuro como nación, es decir, la ley de víctimas, la de tierras, la llegada de Baltasar Garzón, entre muchas otras cosas, precisamente porque la lucha contra la banda criminal FARC es mi principal prioridad en este artículo. La situación es tan apremiante e indignante que desde la impotencia de mi condición de simple ciudadano me ha llevado a escribirles esta carta.
¿Dónde estaban los líderes del uribismo cuando se movió el secreto a voces de la fuga de Alfonso Cano? ¿Dónde estaban los líderes del uribismo cuando se cambió la política estratégica exterior del gobierno? ¿Dónde estaban ustedes señores, cuando los ciudadanos intentaron movilizarse nuevamente en rechazo a las Farc en marzo de este año? ¿Bajo qué oscuro manto de inocencia se escondieron cuando se ataca sin piedad varios pueblos del Cauca? ¿Dónde estaban ustedes cuando se amenaza a Ricardo Puentes O cuando la corte rechazó los computadores de Raúl Reyes? En todos lados y en ninguna parte.
Hace ya varios meses venimos exigiendo la creación de un nuevo partido, pero esa es una tarea titánica que ustedes han decidido ignorar. De igual forma, se sigue evitando enfrentar la realidad de una forma grosera: la agenda del gobierno frente al tema de la lucha contra los criminales ha cambiado. Como si de alguna manera, todos estuvieran adormecidos por el profundo sueño de la unidad nacional, que no ha servido, sino para asegurar la renta burocrática de muchos políticos, así como también para reencauchar a ex presidentes cuya aprobación es tan pobre, que sólo mediante una acción de este tipo podrían tener algún futuro.
Los ciudadanos en nuestra desesperación y preocupación hemos recurrido a todas las herramientas que nos ha dado la tecnología para llamar la atención del gobierno y protestar contra la situación, pero nuestros esfuerzos han sido inútiles. Ni el presidente tiene ningún interés de tener interlocución con ningún grupo que sea contradictor a él, ni los líderes del uribismo tienen ningún interés de enfrentar de manera fuerte la realidad que es clara desde el 7 de agosto. Los uribistas somos oposición.
Me pregunto qué es lo que están esperando, y precisamente porque aún creo es posible que alguno de ustedes, líderes del uribismo, defiendan una política de Estado tan vital como la seguridad democrática, es que no me atrevo a responderla.
Si bien Santos ha impuesto sobre Colombia una nueva patria boba, ustedes, señores lideres uribistas, con su actitud a veces ofensiva con quienes vemos que representan todo el capital político necesario para defender nuestra política de seguridad, se han vuelto los cómplices más claros de la tragedia que vemos —y espero de todo corazón equivocarme— está por venir.
Señores lideres uribistas, ¿cuántos muertos más a manos del terrorismo son suficientes para que actúen? Por favor, los defensores de la Seguridad Democrática les exigimos que nos cuenten el número, al menos, para no seguir esperando en vano, mientras nuestro país se vuelve a llenar de sangre inocente, y el presidente planea su premiación con una vida política.
Atentamente,
Un colombiano que exige que los ideales de ustedes valgan más que sus intereses.
(Tomado de Atrabilioso)
Lentamente se fue haciendo implícita la conclusión más necesaria para defender nuestra nación: el partido de la U en el cual milita Armando Benedetti, personaje oscuro para el cual el más oscuro adjetivo quedaría incluso pequeño, iba a ser precisamente la plataforma desde la cual, se iba a atacar la Seguridad Democrática.

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