lunes, 13 de junio de 2011

EL TESTIGO ESTRELLA CONTRA PLAZAS VEGA: UN CHISTE.

EL TESTIGO ESTRELLA CONTRA PLAZAS VEGA: UN CHISTE.


Por Ricardo Puentes Melo
Cuando uno revisa el proceso contra el coronel Plazas Vega, y analiza sin mucho esfuerzo los argumentos de la Fiscal Ángela María Buitrago Ruíz y la sentencia de la juez Maria Stella Jara Gutiérrez, se le vienen a la mente dos palabras: Prevaricato o ignorancia.
En este torpe montaje contra el coronel Plazas Vega, trofeo inicial de la persecución del narcotráfico hacia quienes lo combatieron, la juez y la fiscal se quedaron finalmente con un testigo estrella, desechando otro que resultó confesando que la Fiscalía le ofreció dinero, prebendas y otras cosas a cambio de que diera su falso testimonio contra el coronel Plazas.
La Fiscal Ángela María Buitrago Ruiz
Este testigo que desecharon por la monumental evidencia de que había rendido una declaración falsa, se llama Tirso Sáenz, y los medios le daban titulares a cuatro columnas cuando no se sabía de la falsedad de su testimonio (o tal vez sí). Hoy, esos mismos medios ni siquiera se toman el trabajo de comunicar a la opinión pública la verdad.
La verdad de Tirso Sáenz, el penúltimo “testigo estrella” contra Plazas Vega, es que es un hampón de la peor calaña que aún purga una pena de más de 120 años por los delitos de homicidio agravado, concierto para delinquir, falsedad en documento, hurto y lesiones personales. 
A pesar de que narró con pelos y señales la manera como supuestamente Plazas Vega desapareció a los “desaparecidos”, finalmente se descubrió que este matón estaba detenido por hurto el día de la toma del Palacio de Justicia, cuando él aseguró mentirosamente haber estado en esos hechos. En su declaración final reconoció que la Fiscalía le había ofrecido dinero y hasta la promesa de dejarlo libre y en las calles, si declaraba contra Plazas. ¡Qué horror esta justicia…!
Tan evidente era la hediondez de esta jugada, que hasta la juez Jara no tuvo más remedio que –en contra de su voluntad- reconocer que era un testigo falso.
Tirso Sáenz un delincuente al que le ofrecieron dinero y dádivas por declarar contra Plazas
Prueba de la condena de Tirso Sáenz
Así que solamente les quedó un último testigo. La joya de la Corona… El Testigo Estrella contra Plazas Vega.
Pero resulta que este último testigo no es mejor que el anterior. Al contrario, NO EXISTE, nadie lo conoce y jamás se ha presentado a declarar ante un tribunal. Antes de pasar a contarles de este testigo “estrella”, les hago un resumen de los hechos que tienen hoy condenado en primera instancia a Plazas Vega a una pena de 30 años de prisión:
Cuando la mafia –perdón,- la JUSTICIA (qué pena la confusión..) decide condenar al coronel Alfonso Plazas Vega a como dé lugar y bajo la excusa de cualquier cosa, deciden reabrir el caso del Palacio de Justicia donde Plazas nos salvó de las garras de la
Tirso Sáenz estaba en la cárcel el dia que dijo estar en Palacio
narcoguerrilla del M-19, cosa que nunca le perdonaron y que hasta el día de hoy Petro, Navarro, Vera Grabe y los demás de la banda le quieren cobrar.
Como Plazas Vega también les había quitado a los narcos millones de dólares en bienes, estos se valen del congresista Javier Cáceres –del Polo Democrático (antes M-19)- y le montan una serie de calumnias desde el Congreso. También pagan a la prensa a través de sus mandaderos para que le den toda la publicidad negativa necesaria con el fin de tumbar a Plazas Vega como Director Nacional de Estupefacientes. Cosa que, valga decirlo, consiguen gracias a los buenos oficios del entonces ministro Sabas Pretelt de la Vega, con fuertes nexos con el narcotráfico del Valle. Así, Plazas Vega es obligado a salir de su cargo, y el narcotráfico gana su primera batalla.
Declaración de Tirso Sáenz sobre lo que le ofreció la Fiscalía para que declarara en falso
No contentos con esto, la mafia decide aplastar totalmente al coronel Plazas Vega y para ufanarse de su poder y control sobre las Cortes –poder del que dio fe Carlos Castaño cuando aseguró que TODAS las Cortes estaban a su servicio-, descaradamente se dan el placer de ordenar la reapertura del Caso del Palacio de Justicia.
El objetivo es doble: vengarse de Plazas Vega y, al mismo tiempo, ganar una fabulosa cantidad de millones de dólares si cumplen con el objetivo de condenar a los militares que salvaron a Colombia ese nefasto 6 de noviembre de 1985. Por cada magistrado muerto pagan cerca de un millón de dólares si logran endilgárselo al ejército colombiano. Venganza y dinero son los verdaderos móviles detrás de este grotesco espectáculo que está dando la Justicia colombiana.
En el 2005, a los veinte años de los hechos del Palacio de Justicia, Yamid Amat –un prestigioso y aún más desvergonzado periodista- comienza el ataque desde el flanco de los medios de comunicación. Todo está calculado. En ese día, Amat informa con gran bombo que ha aparecido “un nuevo testigo” sobre lo sucedido en el Palacio de Justicia, agregando que hay prueba suficiente para condenar a Plazas Vega por la tortura y muerte del administrador de la cafetería del Palacio. La aseveración de Yamid era malvada y tendenciosa, ya que este “testigo” ni era nuevo, ni era fiable. Se trataba de Ricardo Gámez Mazuera, un ex policía y ex convicto que fue llevado a una notaría por el cura jesuita Javier Giraldo, amigo de las FARC, para que declarara contra Plazas Vega. En 1992, la Procuraduría Delegada para las FF.MM encontró que este testimonio era absolutamente falso, como el de todos los testigos posteriores. Así que Yamid Amat mintió descaradamente al país, como casi siempre lo hacen los periodistas que venden sus oficios por dinero.
Yamid Amat, haciéndole el juego a la injuria
Entonces se le abre el proceso a Plazas y en enero de 2006 el coronel rinde sus primeras declaraciones ante la Fiscalía Cuarta Delegada ante la Corte Suprema de Justicia. Y comienza también el mayor ataque planificado desde los medios de comunicación. Ataque liderado por CM& y por la Revista Semana.
En julio de 2007 el coronel Alfonso Plazas Vega es capturado y está preso desde entonces.
En agosto de 2007, la revista Semana vuelve a publicar como “primicia” que ha aparecido un “nuevo testigo” en contra de Plazas. Este testigo es, de nuevo, Ricardo Gámez cuyo testimonio presentó por primera vez en 1989 y luego se comprobó su total falsedad. Pero como los colombianos no tienen memoria, estos medios de comunicación corruptos se valieron de sus artimañas para engañarlos y, de paso, hacerles el favor a los narcos.
Desde entonces, el coronel Plazas ha sufrido los peores vejámenes. Humillado, vapuleado, golpeado y escupido gracias a las injurias que la gran prensa publicó como hechos ciertos, también intentaron asesinarlo llevándolo a la cárcel la Picota después de aplicarle a la fuerza extrañas inyecciones y de haber insultado y golpeado a la indefensa esposa del coronel que se encontraba allí la noche en que lo sacaron del Hospital Militar a la fuerza.
Con el correr de estos tres años, el coronel y su defensa se dieron a la tarea de desmontar las mentiras de cada uno de los falsos testigos, incluido Ricardo Gámez, hasta que quedaron solamente dos: Tirso Sáenz y otro. Tirso, cuyo testimonio y vida ya hablamos al principio, fue reconocido como testigo falso por la Juez Jara, muy a su pesar. Así que ya no quedaron dos sino uno: El testigo estrella.
Este testigo “estrella”, el único testigo de la Fiscalía cuyo testimonio llevó a la Juez Jara a condenar al coronel Plazas a 30 años de prisión, nunca se ha presentado a declarar. En realidad es un caso de suplantación. El testigo no es quien dice ser, solamente tomó el nombre de otra persona y se aprendió su número de cédula y, acto seguido, declaró contra Plazas Vega. La “aparición” de este testigo estrella sucedió así:
En julio de 2007, cuando ya habían metido preso al coronel Plazas, la Fiscal Ángela María Buitrago, junto a su fiscal auxiliar y a un delegado del ministerio público, se hicieron presentes en la Escuela de Caballería para buscar los cadáveres de los supuestos desaparecidos del palacio de Justicia, ya que los falsos testigos aseguraron que Plazas Vega los había mandado enterrar allí. Esa diligencia no era la primera vez que se hacía. Muchas veces, y en el transcurso de los años, diferentes investigadores fueron a excavar allí. Y siempre encontraron lo mismo: huesos de caballos ya que allí se enterraban los cadáveres de los animales que fallecían.
Pero esta vez, la fiscal correría con una suerte asombrosa.
El Coronel Plazas Vega, de héroe a villano
El 25 de julio de 2007, un investigador del CTI le hace saber a la fiscal que un testigo de nombre “Edgar” tiene información importante y quiere colaborar.
La fiscal ni siquiera pregunta quién es el tal “Edgar”, ni de dónde salió, ni cómo lo conoció el investigador del CTI de la Fiscalía, ni dónde vive, ni nada. No pregunta nada.
Mientras la fiscal sigue con las prospecciones en la Escuela de Caballería, intempestivamente se aparece el tal “Edgar”. Son las 4 de la tarde del 1 de agosto de 2007 y nadie sabe cómo aparece este tipo ni por qué no se avisó al abogado de Plazas.
Y la fiscal decide tomarle el testimonio. Así nada más, de manera irregular y en rotunda violación al debido proceso.
El testigo estrella comienza diciendo que se llama Edgar Villarreal. Y allí encontramos la primera mentira. Edgar Villarreal, con el número de cédula con la cual él firmó, no existe.
Posteriormente, este testigo se dice que en realidad se llama Edgar Villamizar Espinel – y no Edgar Villarreal, tal y como aparece en su declaración y en su firma. La juez dice que lo que sucedió fue que el apellido quedó mal escrito por error de digitación. Pero esto no es creíble porque en un documento de solamente cuatro folios, aparece muchas veces el nombre “Edgar Villarreal” y, lo más extraño, el sujeto firma con ese nombre: “Edgar Villarreal”.
Pero supongamos que la juez tiene razón y que por alguna incomprensible razón, al testigo se le olvidó su nombre (pero no el número de su cédula) y firmó con el nombre de otro que no existe.
Este testigo dice que nació en Pamplona y que es universitario biólogo pero que para la época de los sucesos del Palacio era suboficial adscrito a la Séptima Brigada del Ejército y que se desempeñaba en inteligencia agregado al B-2, como criptógrafo. Criptógrafo es un experto en descifrar mensajes cifrados. Dijo que para esa época estaba asignado a unos casos específicos en esa área.
Esto también es imposible ya que, de estar asignado a casos de su área, nunca sería viable que lo llevaran al palacio de Justicia como elemento militar de apoyo. Es más, el comandante de la época en la Séptima Brigada, el general José Ignacio Posada Duarte, desmiente al testigo estrella y dice que la dependencia del B-2, a la cual pertenecía Villamizar Espinel, no realizó apoyo al contingente militar que enfrentaba al M-19 en Bogotá. Si Villamizar Espinel hubiera salido rumbo a Bogotá, junto con otros soldados o solo, esto hubiera quedado consignado en los libros diarios de la Brigada, cosa que no sucedió. Para la fecha en que Villamizar asegura haber estado en la escuela de Caballería en Bogotá, no hay ningún tipo de registro que lo pruebe. Al revés, hay cientos de testimonios y documentos que prueban lo contrario, que no recibieron agregaciones.
Pero hagamos de cuenta que Villamizar Espinel era una especie de James Bond criollo cuya presencia en Bogotá era indispensable y debió haberse hecho en secreto máximo, tan secreto que ni siquiera sus compañeros recuerdan haberse movilizado a Bogotá. Por el contrario, hay testimonios de que la noche en que Villamizar asegura haber estado en Bogotá, en realidad estaba en Granada, Meta, en una habitación junto a un compañero que estaba enfermo y al cual asistía.
Digamos que nuestro James Bond Criollo se desdobló en cuerpo astral y viajó junto con otros cuerpos astrales a Bogotá. Digamos que fue cierto contra el testimonio de la evidencia contraria.
Villamizar Espinel relata en su declaración que el día 4 de noviembre de 1985, es decir dos días antes de la toma del Palacio, él se encontraba en Granada, Meta –cosa cierta- y que pertenecía a un comando especial antiextorsión y antisecuestro. Como prueba cita a dos testigos que podrían dar su testimonio pero que lamentablemente –dice él- no pueden ser citados porque están muertos hace rato. Lástima.
Sigue su narración y Villamizar Espinel, el testigo estrella, dice que el día 5 de noviembre de 1985, a las once de la mañana (es decir, un día antes de la Toma de Palacio), el mayor Jairo Alzate Avendaño se presentó ante ellos y les ordenó acuartelamiento de primer grado porque “se iba a hacer alteración del orden público en Bogotá”.
Esto quiere decir, queridos lectores que el mayor Jairo Alzate era una especie de adivino o visionario porque 24 horas antes ya sabía lo que sucedería en Bogotá. Es una lástima que no podamos preguntarle sobre sus dotes sobrenaturales al mayor Alzate, porque ya murió. Y nadie de la Brigada recuerda este suceso. Solamente Villarreal Espinel.
Ya esto es muy, pero muy extraño. Hasta aquí tenemos a un suboficial oscuro que se cree James Bond, indispensable en Bogotá pero extrañamente confinado en el Meta. Esa noche se sabe que estaba en Granada. Y ahora tenemos esto del mayor clarividente de quien nadie recuerda haber escuchado nada de profecías sobre la toma del Palacio o algún otro suceso. Continuemos.
Villamizar Espinel, nuestro James Bond y testigo estrella, narra entonces otra cosa asombrosa es la manera como viaja casi a la velocidad de la luz desde el Meta hasta Bogotá, en un tiempo record que nadie ha logrado.
Narra el testigo estrella de la Fiscalía, que a las 11 de la mañana del día 6 de noviembre de 1985 (el día de la Toma del palacio), los llevaron hasta Apiay y allí los subieron a un helicóptero que para la fecha no existía en Colombia. Suponemos que un James Bond criollo necesita –al igual que el 007- de sofisticadísimas armas y medios de transporte. Así que supongamos que en el Meta tenían ese helicóptero único en el país, y que allí se subió nuestro James Bond criollo, Edgar Villamizar Espinel, el testigo estrella de la Fiscalía, y partieron rumbo a Bogotá donde era necesaria la presencia suya. Villamizar dice que llegaron a Bogotá a la 1pm.
Hagamos un paréntesis aquí. Se supone, según el relato del testigo estrella de la Fiscalía, que a las 11am estaban en Granada, Meta. De allí a Villavicencio-Apiay es mínimo tres horas en camión. Es decir, a las 2pm estarían llegando a la base de Apiay. Pero nuestro James Bond llegó a Bogotá mucho antes en un  viaje que solamente él recuerda a bordo de un helicóptero que no existía en el país. Y la juez y la Fiscal pretenden que nos comamos el cuento de que es testimonio válido.
Pero digamos que sí. Que el James Bond criollo, Edgar Villamizar Espinel pudo hacer un viaje de 6 ó 7 horas en solamente una hora hasta Bogotá, a la escuela de Caballería, y de allí otra hora hasta el Palacio de Justicia. A eso volvamos a sumarle que viajó en un helicóptero que no existía y con gente que no recuerda haber viajado. Y sumémosle que al mismo tiempo que estaba en Bogotá, varios compañeros atestiguaron que estaba con ellos en Granada, Meta. ¡Un verraco, eso sí pa’ qué..!
Este James Bond calentano, entonces, llega a la Escuela de Caballería en un helicóptero que no existía en Colombia. Por eso es que estamos seguros de que tampoco nadie en la Escuela de Caballería recuerda haber visto el helicóptero. Así que pensamos que pudo ser un helicóptero invisible, de esos que tiene la mujer maravilla. ¡Nuestro James Bond pamplonés la sacó del estadio…! Sí, señor.
Sigue el relato el testigo estrella de la Fiscal Ángela María Buitrago. Dice que se bajaron del helicóptero que no existía en el país y que nadie vio aterrizar, y que les informaron que debían salir rápidamente hacia el palacio de Justicia a bordo de otro camión. Ni siquiera pudieron hacer pipí. Según nuestras cuentas, por rápido y bien que les hubiera ido a estos viajeros de helicópteros invisibles, pudieron haber llegado al palacio hacia las 5 ó 6 de la tarde. Pero nuestro James Bond criollo, el testigo estrella de la Fiscalía, llegó: ¡A la 1pm.! Y lo hizo en un viaje record que empezó en Granada, donde al mismo tiempo aseguran que no se movió de allí, luego en un helicóptero que no existía en el país que nadie vio despegar y que nadie vio aterrizar en Bogotá; y viajó con personas que no recuerdan haber viajado. Un viaje de seis o siete horas, lo realiza en dos horas. ¡Y sin hacer pipí….! Lo repito: ¡Un verraco…!
Bueno.. nuestro James Bond dice que llega al Palacio y que entonces entra al combate. Y aquí hay otra sorpresa: Nuestro héroe se da cuenta de que no tiene municiones suficientes. Es decir, viaja en aparatos ultramodernos e invisibles, a la velocidad de la luz, es un experto en inteligencia pero comete el infantil error de entrar en combate olvidando las municiones. ¡Ay, Dios…!
En premio a todas esas increíbles aventuras, dice Villamizar Espinel, se los llevaron de nuevo a la Escuela de Caballería a descansar y a mirar televisión donde pueden enterarse de que el coronel Plazas Vega sigue en la lucha, mientras este James Bond criollo está relajado mirando televisión. Es decir, lo traen del Meta en un helicóptero ultramoderno e invisible para que eche unos tiros y, cuando se le acaba la munición de la pistola, se lo llevan de regreso a la Escuela de caballería (donde nadie recuerda haberlo visto) a ver televisión. Le faltó la chica Bond para tener el cuento completo a este sinvergüenza.
Sigue el relato el testigo estrella de la Fiscalía y dice que después de dormir rico y ver televisión, al otro día – es decir, el 7 de noviembre, regresaron al Palacio de Justicia. Allí por alguna razón entraron al almacén de cadena “El Ley” donde estaba Plazas Vega. Otro milagro ya que al mismo tiempo el coronel seguía luchando dentro de su cascabel en el Palacio.
Pero Villamizar Espinel, el testigo estrella de la Fiscalía, asegura que Plazas Vega estaba en “El Ley” y que “alguien” se le acercó y le preguntó: “Qué hacemos con esa gente…?” A lo que Plazas respondió: “cuelguen a esos hijoeputas”.
El testigo estrella de la fiscalía no dice quién es ese “alguien” que habla con Plazas. Pero comete otro error gravísimo: Se refiere a una “gente” de la cual no había hablado hasta ahora, pero yerra terriblemente porque a esa hora que asegura haber estado en “El Ley”, los rehenes no habían salido liberados. Esos supuestos “desaparecidos”, no salieron sino hasta bastantes horas después. Y el “otro” Plazas Vega (porque el verdadero estaba en el Palacio a esa hora)  no sólo los manda colgar antes de saber que van a ser liberados, sino que aún no sabemos en dónde carajos los iban a colgar ni cómo, ni nada. Además el “otro” Plazas le habla a un “alguien” que nadie sabe quién es, ni siquiera nuestro James Bond calentano.
Escuela de Caballería, a donde supuestamente -según los falsos testigos- llevaron a los sobrevivientes para asesinarlos
Pero sigue narrando cosas sorprendentes. Villamizar Espinel dice que después de la conversación en el almacén “El Ley”, un hombre y una mujer, de los “desaparecidos”, son montados en un Nissan y llevados a la Escuela de Caballería donde los dejan en las pesebreras a su cuidado. Hacia las 4pm, sigue contando, sus compañeros traen otras tres personas –dos hombres y una mujer-, para un total de cinco personas (3 hombres y dos mujeres). Y lo mandan a descansar y a mirar televisión de nuevo.
Hacia las 12 de la noche, sigue narrando este Villamizar Espinel, vuelve a tomar su turno y es allí donde dice observar una serie de torturas espantosas, dignas de una película de Rambo, a las que fueron sometidas estas cinco personas. Después de un espeluznante relato de electrochoques, cortes de barriga y despanzurramientos, Villamizar dice que un hombre y una mujer fueron asesinados pero olvida mencionar qué pasó con las tres personas restantes.
Aquí hay un asunto mucho más especial. Resulta que sí es verdad que algunos ciudadanos fueron llevados a las caballerizas de la Escuela de Caballería. Uno de ellos fue José Vicente Rubiano Galvis quien en su declaración dice que estuvo efectivamente allí la noche del 7 de noviembre de 1985 junto a otras tres personas (que atestiguaron y siguen vivas) pero ni él ni sus compañeros arrestados fueron despanzurrados ni le metieron choques en las pelotas, como asegura haber visto Villamizar Espinel. El señor Rubiano tampoco escuchó los desgarradores gritos de ninguna mujer siendo destripada, ni fue testigo de que personas fueran enterradas allí en las caballerizas, cosas que sí vio y escuchó este Villamizar Espinel que, recordemos, no firmó su declaración como ‘Edgar Villamizar Espinel’, sino como “Edgar Villarreal Espinel”.
Es decir, señores lectores, estamos ante la narración de una persona que firma con el nombre y cédula de otra, narrando cosas que solamente él vio, siendo acuartelado por un mayor del ejercito vidente y adivino, viajando a la velocidad de la luz en helicópteros que no existían, invisibles, llevado a descansar y ver TV mientras el resto del ejército combate, escuchando conversaciones comprometedoras entre Plazas Vega y un “alguien” que no existe, sobre personas que no se sabía ni siquiera que existían en ese momento, viendo torturas y destripamientos que nadie más vio ni oyó, ni siquiera los detenidos que estaban allí. Y lo que para mí es más sorprendente –aún más que los helicópteros invisibles-: ¿Cómo diablos hizo este tipo para estar en dos lados al mismo tiempo…? ¿Cómo se las arregló para estar en Granada, Meta y en Bogotá al mismo tiempo…si estas poblaciones están a seis o siete horas de distancia..?
No lo sabremos nunca. Porque recuerden que es nuestro James Bond criollo.
Este fue el testimonio del único testigo que tiene la fiscalía contra Plazas Vega. Y este testimonio fue rendido –recordemos- en agosto 1 de 2007 después de que un excompañero suyo del CTI de la Fiscalía (porque Villamizar perteneció al CTI, cosa cierta) le dijo a la fiscal Ana María Buitrago que este señor quería declarar.
Entonces, aparece en las excavaciones y señala dónde –según él- enterraron a los torturados y da su declaración que más parece una película de comedia y horror, que un testimonio serio y creíble. Luego firma con un nombre falso que no corresponde a quien dice ser, pero la Juez asegura que debió ser un pequeño error de “digitación”. Suponemos que fue un error parecido a cuando le entró un hacker a su CD y le borró media sentencia cuando estaba a punto de leerla contra Plazas. Evidentemente, no había ninguna persona enterrada donde el testigo estrella dijo que estarían.
Así que este testigo que nadie jamás volvió a ver, ni jamás declaró ante tribunal alguno, sino que su testimonio fue tomado violando todas las reglas del debido proceso, es la prueba reina contra el coronel Plazas Vega. Gracias a ese testimonio Plazas Vega fue condenado a 30 años de prisión.
La juez María Stella Jara, ya huyó del país
La juez María Stella Jara y la fiscal Ana María Buitrago nos creen tontos. Quieren que creamos ciegamente que este testigo estrella que goza del don de la ubicuidad y que viaja a la velocidad de la luz en helicópteros inexistentes e invisibles, y que firma con nombre falso, es una persona de entera credibilidad.
Olvidaba decirles que, además, para verificar si esta firma –con otro nombre- correspondía en sus trazos grafológicos a la letra del verdadero Edgar Villamizar Espinel. La respuesta es un rotundo NO. No hay ninguna coincidencia.
Lo que yo creo, y me perdonan si me equivoco, es que lo sucedido con el testigo pasó así:
La fiscalía, gracias a los buenos oficios de un hombre del CTI, contacta a un antiguo compañero suyo, el verdadero Villamizar Espinel que sí fue soldado y sí estuvo en Granada, Meta; el del CTI le propone al verdadero Villamizar Espinel que rinda falso testimonio y se gane un buen dinero, cientos de miles de dólares. Pero el verdadero Villamizar, que no es tonto, sabe que para la fecha él estaba en Granada, Meta, y así lo pueden atestiguar sus compañeros. Entonces, llegan al trato de que el verdadero Villamizar Espinel permita usar su identidad para que otro hampón rinda y firme el testimonio.
Pero a este otro hampón se le olvida el libreto, y en vez de decir: “Me llamo “Edgar Villamizar Espinel”, dice: “Me llamo Edgar Villarreal Espinel”. Se le olvida dar el nombre acordado. Y por eso la confusión. Por eso el tipo de letra de la firma no corresponde al del verdadero Villamizar Espinel. Por eso jamás ha concurrido a rendir indagatoria ante un estrado judicial ni jamás ha comparecido ante ninguna audiencia en todo el proceso.
Quien firmó la declaración no es el verdadero Edgar Villamizar Espinel. Y el verdadero Villamizar no comparece a aclarar el asunto porque es cómplice de esta jugarreta malévola para exterminar al valiente coronel Plazas Vega.
Este montaje necesariamente tiene como cómplices –es apenas una opinión personal- a la juez María Stella Jara y a la fiscal Ana María Buitrago. Son ellas, y no Plazas Vega, quienes deberían estar tras las rejas por corruptas y prevaricadoras. Son unas sinvergüenzas redomadas. Y esta es otra opinión personal cuyo derecho está consagrado en nuestra Constitución Nacional, Carta que se han pasado por la faja estas damas.
Para mí es claro que el caso Plazas Vega es una venganza del narcotráfico, ese que está infiltrado en las Cortes y que en 1985 se tomó el palacio de Justicia para asesinar magistrados y quemar los expedientes de los criminales extraditables. Parte de esa banda narcoterrorista del M-19 que planeó la toma del Palacio son Gustavo Petro, Antonio Navarro, Vera Grabe y otros.
Lucho Garzón y su amiga Vera Grabe, la guerrillera amnistiada del M-19
Estos hampones amnistiados se burlan en nuestras caras mientras condenan a la desaparición a Plazas Vega, como primer trofeo de esa cacería que apenas empieza contra nuestro ejército.
Esto es retaliación del narcotráfico infiltrado en las Cortes. Es venganza del asesino Petro, en contubernio con Navarro, Vera Grabe y otros hampones que hoy posan como delicados y honestos ciudadanos.
Es una maniobra macabra de los integrantes del grupo narcoterrorista del M-19 contra sus vencedores.
El día de la Toma del palacio, hay testigos que aseguran que Vera Grabe estuvo allí y logró escapar. Petro no pudo estar en cuerpo y alma porque estaba preso en la Modelo por porte ilegal de armas, delito en el que fue asistido como defensor por el abogado Rafael Barrios Mendivil
Rafael Barrios Mendivil, para que ustedes se vayan de espaldas, era abogado de los narcoterroristas del M-19 en la época de la Toma del palacio de Justicia. Hoy, forma parte del colectivo de abogados que acusa al coronel Plazas Vega y a otros militares.
¿Coincidencias…? No, ninguna. La fiscal y la juez nos creen tontos.

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