Rocío Vélez De Piedrahíta | Medellín
¡Otro batacazo!
Hace días que además de ciega nuestra justicia es coja, manca, sorda y, ¡pobrecita! o está amenazada y amedrentada, o desconoce la ley, o tiene motivos para ignorarla, y en todo caso está loca.
Lo veníamos sospechando desde el primer batacazo que retumbó por todo el país, la total amnistía para los asaltantes al Palacio de Justicia, -una oferta que en su momento, como el Caguán, a muchos les pareció conveniente ensayar y cuando constató sus efectos negativos era tarde para cancelar-, asalto que, además de impedir la extradición de los narcotraficantes, pretendía hacer un juicio al Presidente; y ¡25 años más tarde!, los -y las?- que manejan la justicia en el país, unos a la vista, otros bajo cuerda, resolvieron encarcelar a los militares que aceptaron la temeraria tarea de defender el país de sus enemigos armados -agazapados, como diría el doctor Otto Morales-.
Ya el general Álvaro Valencia Tovar lo había dicho: la institución más afectada por la cadena de reformas iniciada por la Carta del 91 "fue la justicia, que era, precisamente, la que con mayor cuidado debería haberse contemplado (...) formó parte de este desequilibrio, que nos llevó a poner los derechos de criminales abyectos por encima del bien social".
Cuando para defenderse del proceso 8.000, el presidente Samper dijo que si había entrado dinero del narcotráfico a su campaña había sido a sus espaldas, el señor arzobispo Pedro Rubiano lanzó su famosa comparación de que eso era como pretender que si a uno se le entraba un elefante a la casa, podía no verlo. Pues el elefante se nos entró y no lo vimos; se fue entrando poco a poco, "a la vista de la muda, a la vista de la absorta caravana", sin hacer demasiado ruido y nos fuimos acostumbrando a su presencia sin verlo; como ocurre con las invasiones de ratas o cucarachas cuyo inicio pasa inadvertido. Esa "caída inesperada de un estado o condición" se fue volviendo rutinaria, diaria, y ya ni la notamos.
El país siguió conviviendo con el elefante entre la casa, con inocentes en la cárcel, medio disimulando las cosas con escándalos de los 'light' famosos, fiestas folclóricas, desfiles de carrozas y silleteros, carreras de ciclistas, canciones populares, y cubriéndolo todo con el constante enfrentamiento de equipos de fútbol, deporte que tiene la gran cualidad de ser un nivelador como ninguno otro, entretiene sanamente a todo el país y hace olvidar el elefante.
Sin embargo, las características sorpresivas, absurdas, incomprensibles, de la declaración de que el exministro Arias es ¡un peligro para la sociedad! porque visitó en la cárcel a los que lo habían acompañado en el Ministerio, merece años de cárcel y la imposibilidad de volver a ocupar puestos públicos, es algo que sobrepasa nuestra capacidad de tragar entero, someternos a una injusticia permanente, pero es motivo de regocijo para los que quieren ni se sabe qué, pero no presagia un porvenir justo y en paz. Uno a uno, todos los ministros del ex presidente Uribe -salvo tal vez uno de los más importantes, el exministro Santos- irán a parar a la cárcel, mientras más y más personas de dudosa ortografía -para decirlo con suavidad- manejan la justicia del país: unos a la vista y otros 'agazapados'. El elefante, según parece, vino para quedarse: ahí está y ahí se queda. Pobrecita Colombia y pobrecitos los militares valientes y los funcionarios honestos.
La justicia en este pais esta manejada por las FARC, y por una IZQUIERDA ortodoxa y sin verguenza.
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